THE SILENCE OF THE WORLD

Costa de Marfil desde la mirada de una catedrática visitante

por CatedraUNESCO con fecha 28 de DICIEMBRE, 2021

He pasado nueve días en Abidjan, Costa de Marfil, en el marco del Erasmus Programme of the European Union. El objetivo era impartir una serie de seminarios en el Departamento de Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la Universidad Félix Houphouët-Boigny sobre metolología y renovación historiográfica. Quiero decir que no visitaba el país precisamente por turismo. Coincidían las fechas con la pandemia Covid y al registrarme ante la Embajada de España en el país se apresuraron a advertirme que no contara con ellos ante ninguna eventualidad sanitaria que pudiera surgirme pues con aquel viaje asumía un riesgo del que ellos no se responsabilizaban en modo alguno.

Mas allá de esa diplomática acogida por parte de la Embajada, debo decir que mi experiencia en la universidad no pudo ser mas gratificante al comprobar la avidez de los estudiantes por obtener conocimientos y formación actualizada sobre materias para cuyo estudio no cuentan con recursos bibliográficos. Ni siquiera por vía electrónica puesto que allí el acceso a internet es ocasional y fortuito. Otros escollos se derivan de las restricciones que las comisiones del Programa de Doctorado establecen a la hora de seleccionar los temas de investigación. Las posibilidades de progreso por parte de los estudiantes son por tanto escasas a menos que consigan alguna beca para realizar estancias en universidades extranjeras. Tal es el caso de los que van pasando por la Universidad de Alcalá en el marco del Programa “Erasmus + ka 107”. La vinculación de Costa de Marfil con este Programa se debe en gran medida a la implicación de Jean Arsene Yao, doctorado por nuestra universidad, nuestro enlace y actualmente catedrático en el Departamento de Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la Universidad Félix Houphouët-Boigny de Abidjan.

Siendo esta la tercera visita académica que yo hacía a Costa de Marfil, pude establecer términos de comparación con la situación general del país en años anteriores y abundar en la percepción de matices sobre la evolución de otros aspectos de su realidad.

Al bajar del avión seguía llamándome la atención el hecho de que el espacio aeroportuario colindara con un complejo militar francés de proporciones enormes. A simple vista puede uno percatarse de que los puertos marítimos, los suministros básicos (agua y electricidad), los canales de comunicación, los supermercados, así como los recursos del país (cacao, café, maderas, diamantes, basalto etc…), continúan estando bajo control (directo o indirecto) de Francia. Y cuando digo “Francia” me refiero también al gobierno nacional marfileño pues supongo que Francia difícilmente podría ejercer ese férreo control sin su beneplácito. Incluso me atrevería a decir que sin el beneplácito de los sesenta y tres grupos étnicos que conforman el mapa cultural del país, pues he tenido ocasión de comprobar que algunos de sus representantes (denominados “reyes”) cuentan con casas majestuosas, coches de última generación y vacaciones pagadas en Europa, sin perjuicio de seguir orquestando las tradiciones y ritos ancestrales alrededor de los cuales pueden mantener sin chistar la cohesión y aquiescencia de sus acólitos.

Durante las sesiones de un congreso sobre Historia celebrado durante mi estancia - el IV Colloque International sobre “Reescritures de L´Afrique” auspiciado por la Cátedra UNESCO de Estudios Afro-Iberoamericanos de la UAH- me extrañó que los participantes no prestaran atención a esa interesante cuestión socio-cultural. Ni tampoco a otras cuestiones que tienen que ver con problemas y realidades acuciantes para su país relacionados, por ejemplo, con la explotación de los recursos.

Voy a referirme a uno de ellos. El cacao.

Sabido es que Costa de Marfil produce las tres cuartas partes del cacao mundial. Este producto en su mayor parte se explota mediante procedimientos ilegales como es la esclavitud infantil y en detrimento de los “bosques protegidos” cuya deforestación en la última década afecta al 15% de la masa forestal.

Aunque en 2012 el gobierno de Costa de Marfil decretó un “Plan Gubernamental contra el trabajo infantil”, niños de Burquina Faso, vendidos por sus familias por 300 euros, son llevados a Costa de Marfil a trabajar en cacaotales clandestinos sin que el “Departamento de Aguas y Bosques” de Costa de Marfil pueda o quiera hacer nada por evitarlo. Uno de cada tres trabajadores del cacao son estos niños. No cobran nada por su trabajo y sobreviven comiendo mandioca y durmiendo a la intemperie en los llamados “campamentos clandestinos”. Entre las tareas que deben realizar está la de pulverizar la vegetación del bosque con glifosato, sustancia cancerígena para la que no les proveen de protección alguna.

Los “rastreadores” recogen periódicamente el cacao desde estos campamentos y lo llevan a la “Cooperativa” local donde al producto no se le aplica signo alguno de trazabilidad. Es decir, no se sabe dónde, quien ni cuando se llevó a cabo la explotación del grano. La multinacional norteamericana “The Cargill” se encarga de trasladar el producto desde las Cooperativas hasta el puerto de Abidjan para suministrarlo a las empresas chocolateras instaladas en diferentes países del mundo, sobre todo Francia y Bélgica. Una de ellas, la principal, es Nestlé-Francia. La industria del chocolate factura cien mil millones de dólares al año. Pero Costa de Marfil se sitúa en uno de los últimos puestos del ranking mundial de PBI per cápita. A ojos vista es un país tugurizado. Los cincuenta kilómetros que separan a Grand Bassan de Abidjan son, sin solución de continuidad, un enjambre de chabolas. Lo mismo que todo el espacio urbano de la capital a excepción de su pequeño núcleo financiero. Falta por computar el porcentaje de población infantil que trabaja y vive en condiciones de esclavitud y esto es a pesar de que la Organización Mundial del Cacao se comprometió a erradicar el trabajo infantil en 2001.

Van pasando los años sin que los intereses de las potencias neo colonizadoras permitan mover una sola pieza de ese ignominioso tablero. Y sin que las universidades locales puedan abordar su cuestionamiento desde líneas historiográficas orientadas a analizar las problemáticas que se ciernen sobre nuestro mundo, como son la “Historia Problema” o “La Historia desde Abajo”.

Teresa Cañedo-Argüelles Fábrega
Catedrática Emérita en Etnohistoria de América
Universidad de Alcalá (Madrid)


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